sábado, 23 de julio de 2011

¿Conque este es el pueblo de Rómulo y Numa, de los Gracos y los Horacios, de Augusto y de Nerón, de César y de Bruto, de Tiberio y de Trajano?


Por: Manuel Medina

Hasta el día de hoy no había tenido la inspiración suficiente de escribir algo digno para acompañar las entradas anteriores, y cuando me refiero a algo digno es a algo que valga la pena para Latinoamérica.

Hace varios meses llego a mis manos un libro del que sabía que iba a surgir la inspiración para escribir la próxima entrada.

Este libro que se centra básicamente en la biografía de aquellos gloriosos sudacas que se atrevieron a soñar con una América libre, en contra de las corrientes ideológicas y las costumbres predominantes de la época, por ejemplo buscando justificaciones para leer libros prohibidos con que alimentar su sueño de libertad, como era el caso de Manuel Belgrano que obtuvo una autorización con 'fines académicos' por parte de la iglesia para leer los libros por los que fácilmente hubiera podido perder la cabeza o arder en la hoguera de la Santa Inquisición; o como era el caso de Bernardo O’Higgins a quien su padre, un predominante funcionario español que llegaría a ser virrey del Perú le negó el apellido, y quien se atrevió a creer en ideas de libertad contrarias a su familia.

Lo que nunca esperé de este libro es que uno de sus pasajes fuera todo lo que quería poner en esta entrada, es así como sin mayores introducciones les transcribo la reflexión de Simón Bolívar el 15 de Agosto de 1805 al subir al Monte Sacro en Roma, en compañía de su mentor Simón Rodríguez y su primo Francisco Toro:

¿Conque este es el pueblo de Rómulo y Numa, de los Gracos y los Horacios, de Augusto y de Nerón, de César y de Bruto, de Tiberio y de Trajano? Aquí todas las grandezas han tenido su tipo y todas las miserias su cuna. Octavio se disfraza con el manto de la piedad pública para ocultar la suspicacia de su carácter y sus arrebatos sanguinarios; Bruto clava el puñal en el corazón de su protector para reemplazar la tiranía de César con la suya propia; Antonio renuncia los derechos de su gloria para embarcarse en las galeras de una meretriz; sin proyectos de reforma, Sila degüella a sus compatriotas, y Tiberio, sombrío como la noche y depravado como el crimen, divide su tiempo entre la concupiscencia y la matanza. Por un Cincinato hubo cien Caracallas, por un Trajano cien Calígulas y por un Vespasiano cien Claudios. Este pueblo ha dado para todo: severidad para los viejos tiempos; austeridad para la República; depravación para los Emperadores; catacumbas para los cristianos; valor para conquistar el mundo entero; ambición para convertir todos los Estados de la tierra en arrabales tributarios […]. Este pueblo ha dado para todo, menos para la causa de la humanidad: Mesalinas corrompidas, Agripinas sin entrañas, grandes historiadores, naturalistas insignes, guerreros ilustres, procónsules rapaces, sibaritas desenfrenados, aquilatadas virtudes y crímenes groseros; pero para la emancipación del espíritu, para la extirpación de las preocupaciones, para el enaltecimiento del hombre y para la perfectibilidad definitiva de su sazón, bien poco, por no decir nada. La civilización que ha soplado del Oriente ha mostrado aquí todas sus faces, ha hecho ver todos sus elementos; mas en cuanto a resolver el gran problema del hombre en libertad, parece que el asunto ha sido desconocido y que el despejo de esa misteriosa incógnita no ha de verificarse sino en el Nuevo Mundo.

¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis Padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español.

-En Felipe Pigna, Libertadores de América: Aquellos Gloriosos Sudacas, Fundación Jose Manuel Lara, Sevilla, 2010. p. 153

quien lo toma de: - Simón Bolívar, Doctrina del Libertador (compilación a cargo de Manuel Pérez Vila), Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1976.

jueves, 6 de enero de 2011

Cardo o Ceniza: Dos mujeres que sacudieron a América Latina

Por: Manuel Medina

En Latinoamérica, una sociedad marcada en sus inicios por un puritanismo absurdo, ligado a tradiciones católicas de larga data, surgió algo que Foucault atribuye a la época victoriana: Una censura al sexo, un mutismo que confinó el sexo como lícito solo en la alcoba matrimonial. Teniendo en cuenta el estrecho vínculo entre sexo y amor (diferenciando claro está el sexo del amor) he decidido traer historias, que si no fueron escandalosas, por lo menos sacudieron a la América Latina de ese entonces. Estas dos historias son en un tiempo paralelas y en un punto, cruzadas.

Violeta del Carmen Parra Sandoval o simplemente Violeta Parra, nacida en 1917 al sur de Chile, fue un exponente de la música, la pintura, los telares y la poesía latinoamericana. De origen humilde, y miembro de una familia de artistas, Violeta dedicó su vida a la difusión del arte en conciertos en el exterior dando a conocer el folclor chileno, y a través de Peñas artísticas, que debido a su afiliación de izquierda fueron combatidas por el régimen de Augusto Pinochet.

Violeta Parra vivió dos desamores, el primero de Luis Cereceda que la dejó porque al parecer el comportamiento de Violeta, demasiado inquieto para la época no se ajustaba a los cánones tradicionales, marcados esa tradición católica heredada de los españoles. No sé si fue de este desamor o del simple hecho de conocer muy bien la sensación, que escribió esta canción que refleja su lamento. Estoy seguro que su ritmo les resultará extraño pero apreciable pues usa ritmos de la música indígena Mapuche.

Dicen, y como cuenta Chabuca Granda, que cuando Violeta murió de un tiro en la cabeza, su guitarra se partió. Violeta, se había suicidado por un segundo desamor. El suizo Gilbert Favré había abandonado a Violeta, y ésta al buscarlo lo encontró casado, viviendo en La Paz.

María Isabel Granda Larco o simplemente Chabuca Granda como la recuerdan con cariño, nació en la Cotabambas, Perú, en 1920, y forjó una carrera musical que al día de hoy perdura como recuerdo de aquella Lima señorial, estudió en un exclusivo colegio de San Isidro, en Lima y dedicó toda su vida a las artes. Es precisamente en esta época cuando, sacude a aquella sociedad conservadora con su divorcio, algo no muy bien visto por la sociedad de aquellos tiempos. Sin embargo, no puedo imaginar el alboroto aún mayor que debió ocasionar una de sus más conocidas canciones…

Esta canción, marca el punto en el que la vida musical de Violeta y Chabuca se cruzan. Pues Chabuca la escribió inspirada en el desamor y suicidio de Violeta, y seguramente inspirada tambien en la experiencia de su propio divorcio. Solo me imagino como esta canción revolucionó a la Latinoamérica de aquella época por su disimulado (¿o evidente?) contenido erótico.

Bien, pues les he contado toda esta historia (en la que resulta difícil encontrar información precisa pues esta difiere de una fuente a otra), con el ánimo de contextualizarlos para la siguiente canción donde la sociedad latinoamericana del siglo pasado, se junta con el amor, el sexo silenciado, y los sentimientos de dos mujeres artistas de nuestra América Latina.

La versión que les dejo es una adaptación moderna de Jaime Cuadra, que elegí pues explica a la perfección la relación entre las dos mujeres, por si prefieren la versión original esta se encuentra más abajo.


Versión original: